Seres insignificantes coronan el colmillo de tierra. A bordo de un carro, firmes en la cima mellada. Alrededor se extiende el terreno infinito, de polvo amarillo, con las dos columnas rocosas en el horizonte y el tenue camino a la libertad, fundiéndose con la vasta extensión. Desde la base, rodeando al gran colmillo, cinco arañas de humo trepan hambrientas, tejiendo en la ladera su trampa mortal.
lunes, 30 de septiembre de 2013
lunes, 23 de septiembre de 2013
One (2)
Por la ventana, el crujido agudo de un pelotón de chicharras reblandece y moldea todo cuanto toca. Las cejas acumulan sudor, una pequeña gota comienza a bajar por el puente de la nariz; barba rasposa de dos días, ojos inquietos y patada de orgullo en el rostro. En frente, un bigote encerado tiembla ante el argumento metálico: un tambor que rueda hasta alinear la muerte con el cañón del revólver.
lunes, 16 de septiembre de 2013
Polluelos (3)
Manos heridas de surcos blancos por riendas tensas, conectan a hombre y bestia. Dos ruedas ligeras, se tambalean a ritmo frenético de radios fundidos; cortan el aire emitiendo silbido de flecha, eclipsado por las risas alocadas de quien jamás osó levantar la voz. A un lado se alza la tierra roja, pintada por los rayos del sol; cortada a cuchillo, elevándose hacia el cielo azul, por encima de un abismo insondable.
lunes, 9 de septiembre de 2013
One
Un sol cansado enrojece el cielo, cubriendo la llanura de luz tenue, antesala nocturna. A lo lejos, el pequeño pueblo cierra las puertas y acude al hogar en busca de cena y descanso. Es la hora de los otros, cuando el saloon enciende sus luces y aquellos que durante el día permanecen a resguardo, acuden a la llamada del alcohol, la música y la tibieza de la carne. Todos viejos conocidos del lugar, la otra cara del mundo.
lunes, 2 de septiembre de 2013
Polluelos (2)
El horizonte extirpa los últimos resquicios diurnos de la oscuridad terrenal. Dos figuras recorren las sombras, adivinando en la negrura los últimos trozos de leña. Un carro maltrecho, descansa entre árboles, acurrucado por el murmullo de un río que fluye unos metros más allá, colina abajo. El silencio envuelve cabezas y hombros en una tela liviana y confortable, herida solo por zumbidos agudos de pequeños insectos.