Aspira con fuerza y la llama ahonda en la cazoleta de maíz, lamiendo las hebras pardas con intensa delicadeza. El rubor florece, el aroma despierta y el hilo de humo ondea sinuoso hasta que la primera bocanada lo dispersa. Un movimiento de mano sacude el palo y expulsa la llama, queda el crepitar incandescente del tabaco, el cuerpo buscando asiento junto al árbol y un hondo y sincero suspiro, lleno de calma.
-Ha pasado mucho tiempo... muchas cosas... nada ha ido como creía y eso me ha desconcertado. No sé cuándo ocurrió, cuándo perdí el frente futuro y me vi luchando para defender el presente. De un golpe, todos los hilos se cortaron, cayendo lánguidos sobre la tierra, mientras yo, como un imbécil, tiraba de ellos intentando reactivar los resortes; incapaz de comprender que ya no había respuesta.
En la calle central, el polvo, siempre presente, permanecía domesticado por las dos filas de edificios que se erigían firmes y peculiares. A un lado destacaba el saloon, con sus dos torres, separando alegría y descanso mediante el hondo río seco; la fragua, siempre dispuesta, rejuveneciendo las ascuas con el potente bufido del fuelle; y, cerca de la entrada, el recinto destinado a las cuadras y al puesto de la diligencia. En frente se alzaban la oficina del sheriff aun cochambrosa pero segura; la habitación, sujeta por el esqueleto de un desaparecido piso inferior, que, como atalaya, daba cobijo al alcalde; el banco humilde, honesto, fuerte y resistente; y la pequeña casa de la médico, siempre eficaz y atenta. Y, allá en la colina, junto a la arboleda, la cabaña se asentaba, apartada pero cercana, allí donde sus raíces encontraban espacio suficiente para vivir.
-Ha sido un bombardeo continuo de gentes, tareas y problemas. Cuando pensaba que teníamos la base sobre la que trabajar, llegaban novedades que zarandeaban todo cuanto estábamos construyendo. La verdad es que observo lo que hemos hecho y me parece admirable. ¿Recuerdas cómo estaba todo al principio? Lástima que Edward no estuviera con nosotros por aquel entonces, me gustaría ver la fotografía del paisaje desolador de aquella mina seca... quizás debiera pintarlo... recuerdo sobretodo el polvo gris.
Dio unas cuantas chupadas a la pipa, hasta reanimar las ascuas adormecidas; paladeó la nube y soltó el humo dirigiendo densos aros hacia el pueblo. A lo lejos se escuchaba el rumor de actividad: martilleos, voces, saludos, cascos de caballo y el inconfundible crujido de la diligencia.
-Tienen sus cosas, pero son buena gente; capaces, siempre y cuando sepas reconocer sus potenciales. A veces los veo y me pregunto cómo es posible que necesitaran abandonar, cómo es que no encontraban su sitio. ¿Crees que es el lugar el responsable?, ¿el trato recibido?, ¿la oportunidad?, ¿el ambiente?, ¿o sencillamente la libertad de dedicarse a aquello para lo que uno se considera capacitado? Los hay que comenzaron con talento, otros aprendieron en el camino, los hay que necesitaban romper grilletes y otros debimos olvidar parte de lo asumido.
Echó un par de bocanadas, se inclinó, tomó un puñado de tierra del montículo y dejó que los granos se escaparan entre sus dedos.
-Espero que estés bien ahí, no tuviste demasiadas comodidades en vida, pero este es un buen sitio para descansar... tiene gracia, no he sabido lo que significa esa palabra hasta que cayeron todos los hilos, cuando tu gran jugada me dejó sin contactos. Esos hilos siempre fueron una trampa, tal y como te acercaban aquello que querías, tiraban de ti cuando la necesidad de otro lo demandaba. Parece tener sentido hasta que la maraña se extiende y tu vida es un continuo tirar y ser arrastrado; embriagado por el poder, uno ignora que cuando no haya nada que ofrecer, nadie habrá al otro lado.
Cambiaron las voces, cesó el martilleo y la gente en el pueblo comenzó a entrar en el saloon, Dio un último tiento a las ascuas, mantuvo la pipa en la boca, se inclino y, apoyando la mano en el suelo, se puso en pie.
-Bueno, he de marchar, la gente ya va entrando. No sé si lo hiciste a sabiendas o fue un cúmulo de impulsos y casualidades. Sea como sea, esto que hay aquí es cosa tuya; digna proeza para un idiota.
Feliz año, Jed. Sigue enviando algún que otro papel que remueva las cosas, que nos mantenga vivos. No sé cómo acabará esto, pero lo vivido hace absurdo pensar siquiera en dar la vuelta.
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