Y al final regreso.
Veo los pinos de verde seco y eterno,
erguidos vitales sobre cáscara gris.
Piso el polvo y las piedras pulidas.
Tomillo, romero, aliaga espinosa,
arañando la tierra, quebrando la roca.
Regreso.
Y veo que nada allí se ha detenido,
que ha seguido creciendo,
tejiendo la urdimbre de Humboldt.
Tal y como siempre ha sido,
tal y como seguirá siendo.
Salvo por la ligera certeza de que,
si algo no cambia,
sin nosotros, mejor le ha de ir.
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