martes, 1 de marzo de 2016

Pactos



Observó que todo quedara en su sitio, revisó que no hubiera restos de sangre en su ropa ni en sus manos y abrió la puerta que daba al hotel.

Al otro lado, en un pequeño descansillo, sentada en una silla tapizada en rojo, esperaba Maggy, la principal joya de Thorn. Apoyaba sus delicadas manos en una mesita de cerezo lacado, en una pose dócil y sumisa. Un quinqué de cristal y metal dorado iluminaba aquel rostro, curiosamente exótico, que apuntaba sin evidenciar esa mezcolanza racial que tanto abominaban algunos en público y que tan intensamente idolatraban en privado.


Se quedó quieta, sin mover ni un músculo, obediente, con las palmas pegadas a la mesa. Solo sus ojos, azules y oscuros como el agua en noche cerrada, observaban inundándolo todo, en busca de información.


Jack recolocó instintivamente sus ropas, caminó con fuerza y carraspeó su voz.


—Ya está hecho.


Maggy suspiró, su rostro cambió de repente, aquellos ojos brillaron con fuerza y su boca se entreabrió con calma, despegando delicadamente los labios antes de emitir el cálido sonido de su voz.


—¿Y ahora qué, Jack?, ¿qué vamos a hacer?


Jack echó un vistazo al pasillo, más allá de la estancia, y contestó intentando no alzar la voz.


—Ahora hay que seguir lo acordado. ¿Has cumplido tu parte?


Maggy se repuso, quitó ambas manos de la mesita y fue rompiendo su pose mientras hablaba.


—Sí. El ayudante de Abe se fue especialmente contento. No vio salir a Bowler del saloon; por lo que a él respecta es tan posible que viniera aquí, como que abandonara el pueblo. Que crea una cosa u otra es tan sencillo como recibirle alguna que otra vez más.


—De eso no tengo la menor duda. Sé que algunas de las chicas son buenas, pero tú... algún día me explicarás cómo lo haces. Cómo puede ser que todos esos ricachones quemen billetes por ti.


Maggy encendió media sonrisa y su rostro se iluminó. Los ojos, atrayentes, observaron al matón y mordió su labio reprimiendo las primeras palabras; cuando lo liberó, había captado toda su atención.


—La primera diferencia entre las otras y yo, es que jamás hablo de ello, y que os conozco sin que tengáis que nombraros. No hacen falta respuestas, porque no hay preguntas para quien sabe leeros.


La llama del quinqué dibujaba aguas en su cara, iluminando zonas de aquel bello rostro a la vez que ensombrecía las cuencas de sus ojos y la parte siniestra de su delicada boca.


Por un momento Jack se sintió extraño, titubeó unos segundos y recuperó su forma a golpe de voz.


—Está bien, déjate de majaderías indias o lo que quiera que sea esa cháchara. Llámalo como quieras, pero al fin y al cabo se trata de envainarte al chaval. Haz lo que sea, pero asegúrate de que la próxima vez que venga, salga de aquí con la certeza de que Bowler ya no está entre nosotros.


Maggy se limitó a asentir y musitar un «eso es cierto».


—Si, bueno... El caso es que, por lo que a él respecta, Bowler habrá huido, llevándose todo el dinero. A partir de ahí ya es cosa nuestra. Thorn me dará el puesto de Bowler, y tú compartirás las ganancias conmigo.


—Pero, ¿no sospecharán nada?


—No quedan cabos. Bowler es el culpable perfecto; no estará para defenderse ni para acusar a nadie. Que caiga todo sobre él. Las chicas saben que Thorn tenía que hablar con él; la huida no hace sino incriminarle.


—Bueno, entonces ahora...


—Ahora nada, yo hablaré con el sr. Thorn; tú sigue a lo tuyo y preocúpate por que el chaval piense lo que hemos hablado.


Maggy asintió de nuevo y volvió a poner las manos sobre la mesita.


Jack comenzó a caminar, pero se detuvo un segundo.


—Una última cosa, ¿qué es eso que haces con el ayudante de Abe?


Maggy sonrió y colocó ambas palmas hacia arriba.


—No hablo de ello Jack, ni de él ni, dado el caso, de ti. Si quieres tus propias respuestas ya sabes donde encontrarme; pero no te saldrá gratis.


Jack rió y susurró un «maldita zorra», antes de que el silencio se adueñara de su boca y la curiosidad resonara en su mente.

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