lunes, 30 de noviembre de 2020

Balas: Extracciones

Apoyaba un pie en la clavícula mientras se sostenía sobre la silla con el otro. Una mano presionando la frente de la víctima; la otra apretando las tenazas. 

—¡Demonios, quédese quieto!, ¡que así no puedo trabajar! 

Palanqueó, sudó y blasfemó mientras los gritos no cesaban; hasta que al final salió.

—¿Ya eftá, doftor? —dijo el pobre diablo con tono aliviado, casi agradecido.

—Falta poco, caballero, muy poco... —respondió titubeando el matasanos al distinguir en las tenazas, entre las brumas de la embriaguez, el blanco impoluto de la pieza incorrecta.

—Seguimos el método de la brillante Miss Katie Bender, una excelente profesional que descubrió... —paró un momento para hacer mella en el nuevo objetivo— que aplicando una gran cantidad de dolor, cualquier sufrimiento posterior... —recolocó las tenazas, apretó y tiró una vez más con fuerza— ¡se atenúa!

Gritó la víctima como si el cielo se rompiera. 

Miró el doctor, orgulloso, la pieza careada y, pletórico, la dejó en el bacín junto a sus tres hermanas sanas. 

—¡Ahora sí, caballero! Listo; son 40$.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Balas: Mae y Tim

Estaban bajo el porche: manos sobre barandilla y ojos en el horizonte.

—Fue poco antes de que muriera. Yo le cuidaba y me contó por qué las balas no podían dañarle. 

—Pero si tú empezaste a trabajar para el ejército en el 83...

Media sonrisa apareció en su rostro. 

—Vale, olvida a Caballo Loco. Lo que quiero decirte es que la mayoría apuntará demasiado alto o demasiado bajo. En cuanto a los que saben dar en el blanco, no te ofrecerán más que la experiencia de estar en peligro y, en última instancia, la muerte. La verdad es que pocos irán directamente a por ti; es el miedo el que atrae las balas.

—¿Entonces? 

Miró de reojo y señaló el arma que tenía el muchacho a su lado.

—Ese arma se inventó para disparar sin tener que esperar demasiado; no para escupir 15 balas de golpe y tardar lo mismo de siempre... Lo que te digo es que debes hacer que cada bala cuente, por lo que puede hacerle a un ser humano y porque una vez sale, ya no hay retorno. Así que, cuando vengan, mantén la cabeza despierta, el alma en calma y déjame hablar a mí.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Balas: Jerry

—Vamos a ver. Acabas de entrar en ese nido de víboras solo por una res; contra toda lógica sales con vida y ahora, en lugar de poner millas de por medio, ¡quieres hacer eso!?? 

—Es importante. 

—¿Importante? Importante es llegar de una pieza con la mayor parte del ganado. Lo tuyo no es nada, tan solo una estupidez. 

—Funciona. 

—¡Qué demonios! ¡Cómo va a funcionar?? 

Pero Jerry ya no escucha. Es un buen tío aunque demasiado loco y cabezón como para haber sobrevivido los años que lleva a la espalda; y sin embargo ahí está, cabalgando hacia el oeste. 

Remonta la colina y en la cima se coloca de lado, irguiéndose sobre su caballo, recortando una figura, grave y solemne, sobre la mitad incandescente del sol de poniente. Y se extiende eterna su sombra monumental por la ladera bajo un cielo arado de nubes enrojecido por el ocaso.

—Será cabrón... 

lunes, 9 de noviembre de 2020

N


Rodeado de terciopelo verde y cristal iluminado, sobre lujosa superficie de marquetería, mira la caja de ébano con sus compartimentos equidistantes guardando las primeras monedas que ganó: ofrenda resplandeciente a cierta divinidad plutoniana. 


Baja la tapa hasta quedar frente a los 24 brillos de la “N”, perfectamente engastada en el negro de la madera.


Se gira hacia la ventana y observa la montaña: magnífica, salvaje, solemne e indomable; erizada de verde ácido de coníferas sobre dura roca escarpada. 


Entonces ejecuta la señal y uno de los operarios responde a la llamada. 


Tremendo fogonazo, estruendo atronador y densos coágulos de humo negro, que al disiparse muestran al coloso herido de roca rota, pino muerto y herida abierta en las entrañas que dos líneas de acero se encargarán de atravesar.

lunes, 2 de noviembre de 2020

Balas: Lou


Acercó el fósforo a la yesca y sopló hasta que la llama alcanzó las ramas pequeñas. 


Pronto comenzó el crepitar, el fuego vivo empezó a devorar los troncos y las primeras chispas bailaron fugaces hacia la gélida noche plagada de millones de estrellas.


Se puso las ropas nuevas y echó los andrajos a la hoguera. Denso y oscuro humo se acumuló en sus ojos hasta que las lágrimas y el frío viento lograron disiparlo.


Se tumbó en el suelo y, al abrigo del calor anaranjado, se perdió en el firmamento. Desde allí, apenas notaba las heridas ni la magulladura de la argolla, el pasado le parecía absurdo y el futuro se le antojó tan amplio como el horizonte que se extendía, infinito, a uno y otro lado.