lunes, 4 de enero de 2016

Esfuerzo


 Ilustración de Cortés-Benlloch

La llave giró y sonaron cloqueos secos en las entrañas de la cerradura. Los goznes de la puerta chirriaron, presentando la oscura estancia, preñada del helor de la madrugada. Abrió los postigos y las contraventanas dejaron pasar la luz pálida; dentro, estantes atestados de los más variados objetos, un mostrador de madera añeja y una flamante caja registradora tan elaborada que parecía digna del mismísimo rey sol.

Eliah P. Cook colgó su sombrero, dejó el abrigo en la pequeña estancia que hacía de trastienda y comenzó a repasar los productos hasta que alguien le interrumpió.

-¿Se puede, Sr. Cook?

-Ah, hola Bill.

Un joven delgado y pecoso permanecía en la entrada, con el sombrero entre las manos y el rostro cabizbajo.

-Disculpe el retraso.

-No te preocupes. Ya sabes dónde está todo.

Se colocó el mandil y comenzó a sacar los paquetes que debía cargar en la pequeña carreta de madera.

Cook supervisaba el proceso con su dorado reloj de bolsillo en la mano.

-¿Sabes, Bill? Acabo de cruzarme con Peter, el del carromato. Venía todo preocupado.

-¿Le ha pasado algo?

-Sería más adecuado preguntarse por lo que le viene pasando. La respuesta es la de siempre: Lisa. Resulta que su señora está algo afligida por la llegada de la última chica del Sr. Thorn, una adquisición joven y ajena al negocio; valiente problema, el tiempo y la costumbre lo solucionarán. En realidad lo único que ocurre es que cualquier referencia a su pasado le tuerce el alma, ya me entiendes.

Bill seguía a lo suyo mientras escuchaba.

-Pues bien, no sé por qué demonios va el maldito Peter y decide escucharla y ponerse a darle vueltas al tema; como si alguna nube de polvo emborronara sus prioridades. Se lo intenté hacer entender, pero cuando se marchó me miró con los ojos vacíos como si no comprendiera una mierda de lo que le había dicho. Todos tenemos claro lo que hay que hacer para vivir, ¿no Bill?

El chico asintió, mientras sacaba una de las sillas.

-Claro que sí, y más alguien tan responsable y buen trabajador como tú. Tú sabes cuál es tu sitio.

Bill sonrió mecánico, reconociendo el áspero yugo en el halago.

-Por supuesto que todos preferiríamos que la principal atracción de este pueblo fuera otra; qué se yo, las nubes, el clima o los atardeceres en las colinas... pero nada de eso se vende, hijo. La verdad es que si no fuera por el Sr. Thorn y sus putas, este pueblo hubiera muerto después del fracaso del ferrocarril, ¿verdad?

Bill contestó a media voz mientras cargaba una caja de botellas de whisky.

-Claro que sí. Hay cuestiones que un hombre tiene que plantearse y otras que no; es así de sencillo. Uno tiene que trabajar, ponerse a ello en serio y no parar hasta lograr sus metas. Mientras mantengas la cabeza en lo tuyo, no tendrás tiempo de preocuparte por nada más. Yo, por ejemplo, he logrado todo esto a fuerza de voluntad y tesón. Disciplina de trabajo es lo único que hace falta, hazme caso, nada de estupideces accesorias que no hacen nada más que distraernos del verdadero cometido.

El Sr. Cook estaba apoyado en el mostrador, mientras acariciaba con el pulgar su reloj de bolsillo.

-Trabajo duro, sí señor. No hay otra manera de conseguir el éxito.

El joven dejó la última de las cajas en la carretilla.

-Bien hecho, hijo. Ahora llévalas al saloon. Y nada de cobrar, ya hablaré yo luego con Abe. Acuérdate de pasar por Tom y traerte los cubos y los herrajes. La segunda carga la llevará Peter esta tarde cuando se acerque con su carro; si es que a su señora le parece bien, claro está.

Rió el Sr. Cook y miró a Bill esperando complicidad. Este sonrió un tanto cansado y resopló una despedida antes de comenzar el recorrido al saloon de Abe.

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