lunes, 11 de abril de 2016

Deudas abiertas

Cerró la puerta y apoyó su mano derecha en el marco.

—¿Y bien?

Una voz, de aspecto calmo y alma erizada, se proyectó contra su espalda. Instintivamente hizo ademán de guardar la carta, mas se detuvo, resopló y dio media vuelta.

—Imagino que ya lo has oído todo.

Varas de hierro cuajaban el rostro de la mujer. Pese a sus años, mantenía aun el eco de la belleza que lució en su juventud. Belleza que pareció retornar cuando relajó el tenso rostro y entornó los ojos en un gesto afable.

—Has sido muy amable, Owen, nadie se hace cargo ya de la pobre Abby. Quizás sea mejor así...

—¿Así, cómo?

—Hacerle creer que se hará algo, ¿qué si no?

—Linda, pienso llevar esta carta. No admito discusión alguna.

—Y, ¿para qué?

—¡Cómo que para qué? Sabes perfectamente lo que ocurre entre esas cuatro paredes. Ahora que la gente sabe lo de la joven es el mejor momento.

—Pero, ¿para qué, Owen?

Owen amartilló la réplica pero aquella segunda pregunta le obligó a cerrar la boca soltando un resoplido para contenerse.

La mujer abandonó el respaldo de la silla, adelantó los hombros y se acercó a Owen, humildemente, hablándole desde abajo.

—Owen, las cosas son así. No seré yo quien diga que van bien, pero al menos van. Tenemos una casa y tienes un trabajo decente con el que sacas un buen dinero. Algo que hace tiempo estuviste a punto de perder y que sigue estando aquí, gracias al señor Thorn.

—Linda, tú estuviste allí, sabes lo que se cocía y ahora los hechos te recuerdan que todo sigue igual.

La mujer se acercó aun más y posó una mano en el brazo derecho de Owen mientras con la otra acariciaba su cara.

—Y allí te conocí a ti. No fue agradable el tiempo que pasé en el hotel, siendo una ciudadana de segunda, pero todo acaba y, si algo tiene de bueno el Señor Thorn, es que siempre se asegura de que haya un buen final. ¿Al fin y al cabo estoy aquí, contigo, no?

Owen giró la cara, miró a un lado, buscando el refugio del marrón grisáceo de la pared, y activó los resortes de la mente y la memoria.

—Pero, ¿y todo el tiempo que estuviste allí? Todos esos años perdidos... ¿dormirías tranquila sabiendo por lo que ha de pasar esa chiquilla? Sabes de sobra que no conoce ese mundo...

—Preferiría que no ocurriera, que viviera en su casa con los suyos, lejos de aquí. Pero yo pasé por ello y estoy viva. Ahora le toca a ella, y gracias a eso seguiremos viviendo; no solo tú y yo, sino todos nosotros. Cambia el entorno de esa joven y cambiarás el de todos. Son muchas vidas pendiendo de un solo hilo.

Owen la apartó con más fuerza de la que hubiera deseado.

—¡No pienso quedarme sin hacer nada!

La mujer se acercó un poco hacia él, sin llegar a tocarle.

—Owen, no puedes hacer nada. Eres muy valiente, ¿pero qué vas a hacer tú solo?

—No estoy solo, hay más gente en esto.

Ella se revolvió y arremetió con voz seca y cortante.

—Lo mismo dijo Tad.

—Es por él, entre otras cosas, por quien debo hacerlo.

Los ojos de Owen se nublaron y perdieron el punto fijo, como un sonámbulo acercó la mano a la cintura, hasta que sus dedos rozaron el metal del revólver.

—Aquel día no hice nada por él. Me quedé aquí, tras esta puerta, mientras escuché los disparos que salieron de su casa. Todos quisieron creer el accidente, pero yo pude escuchar los últimos gemidos de Tad y los gritos de Abby, ahogados en la carne mordida de su mano.

Ella notó un hormigueo en la nuca ante las palabras cargadas de él. Por un momento, quedó desarmada, pero en un instante trajo fuego a sus ojos y frío filo a su voz.

—No puedes morir por un sentimiento de culpabilidad. No puedes ofrecerte a los muertos; porque soy yo quien se quedará aquí, ¿me oyes? Soy yo quien te necesita, ¿quién crees sino que se hará cargo de una vieja como yo? ¡Coge todo ese orgullo, ese honor y ese amor propio estúpido y utilízalos para seguir adelante con tu familia! El mundo no funciona así, ¿me oyes? Hay más Thorns ahí fuera, ellos deciden y dictan, solo toca obedecer a veces y vivir a pesar de ellos. ¡Sé listo, Owen, aprende a nadar entre sus aguas y utilízalos a ellos también!

—No pienso ser igual. No puedo. Ni quiero. ¡Claro que hay más Thorn! ¡Y habrá más, siempre que la gente lo permita! Y aunque fuera de otra forma, aunque nunca sirviera de nada, al menos habré vivido como creo que ha de hacerse. Si caigo caeré yo, y no una sombra distorsionada de mí mismo.

Linda supo que lo había perdido, que estaba a leguas de distancia. Había sobrepasado el umbral en el que sería escuchada y la cuerda que los unía caía rota hacia el suelo.

Owen dejó la carta sobre la mesa, se puso el abrigo, se colocó el sombrero y recogió aquel pedazo de papel cerrándolo con fuerza entre sus dedos. Abrió la puerta y echó un último vistazo atrás.

—Me voy. Antes de partir iré a ver a Tom. Si algo saliera mal, ve a verle; él te dará todo lo que tenemos. Cógelo, es tuyo, te lo has ganado con el sudor de tu frente. Ve a la ciudad y pregunta por Tim O'Really, él se hará cargo de todo.

Ella no dijo una palabra; intentaba por todos los medios aplacar la ira que trepaba por su garganta.


Él asió con fuerza el picaporte, domó todo lo posible su voz y susurró unas últimas palabras antes de cerrar la puerta.

—Espero volver a verte.

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