Las coágulos negros comenzaban a clarear, la lluvia seguía cayendo a sus espaldas, cargada, como escupitajos resonando en metal, mientras, adelante, una línea azul claro pintaba el horizonte.
Iban tranquilos, dejando que los caballos decidieran el paso.
Se cruzaron con unos cuantos tipos; tiznados, pico al hombro, linterna en mano y rostro cansado; caminaban tirando de mulas de ojos vivos y alforjas vacías.
—Él se giró hacia Patty y, sonriendo, le guiñó el ojo.
—Digger... —dijo ella divertida mientras negaba con la cabeza.
—¿Te acuerdas?
Los tipos estaban ya lejos, bamboleándose al ritmo de pasos cansados.
—Sí, maldito holandés... Patty Digger... ¡mira que salirme con esas!
—Entiéndelo, no todos los días conoces a una comeraíces.
—¡Vete al infierno! Nos llamaban digger porque cavábamos para sacar raíces con las que alimentarnos; porque somos un fracaso... ¡ni caballos usamos! La tribu más atrasada de cuantas existen, y eso que para los tuyos todo lo que no sea claro, está para ser civilizado. —Se giró un momento y echó un ojo a los mineros a punto de perderse en el camino.— Pues, ¿sabes?, no deja de ser gracioso. Tanto tiempo escuchando lo de digger y míralos ahora. Cavando sin parar, solo que nosotros cavábamos para alimentarnos. Vosotros caváis para sacar más, siempre más y si podéis coger el terreno del que tenéis al lado no lo pensáis ni un momento, sin importar el cómo.
—A mí no me metas en el mismo saco, no he cogido una pala en mi vida. La única persona que conozco que ganó dinero con el oro fue un tio mío que vendía ataúdes... Además, te recuerdo que estuvimos unos cuantos años codo con codo llevando ganado. Durmiendo al raso daba igual que fueras blanco, negro o digger... hasta tuvimos una mujer entre nosotros —dijo mientras la miraba de reojo— y para no haber montado nunca a caballo te apañabas muy bien.
—Eso era porque a Sand le daba exactamente igual quién fueras mientras trabajaras bien.
—Sip.
—Éramos un puñado de gente rara.
—Sip.
—Jake...
—¿Sip?
—Vete al infierno.
—Vamos reverenda, guárdate los sermones para cuando echemos un trago. Me gusta hablar contigo cuando sacas la bilis.
—Un día, de tanto cavar acabaréis saliendo por el culo del mundo y os daréis cuenta de que ya no tenéis sitio. A lo mejor entonces alguien se acuerda de cómo vivíamos los digger...
Tomaron una curva para salvar la montaña y al otro lado, entre pinos y hierbas agrestes, siguieron una pequeña senda que serpenteaba un par de cuestas hasta regresar a la tierra árida.
Una vez en llano, erupcionó en el horizonte un puñado de casas agolpadas a ambos lados del camino.
Una vez en llano, erupcionó en el horizonte un puñado de casas agolpadas a ambos lados del camino.
—Jake, respecto a lo del trago...
—Sip?
—Es tu idea, tú pagas.
—Sip...
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