lunes, 18 de agosto de 2014

Despertar

Fuente de luz que aturde la vista y embota la mente. Primero sonidos, distorsionados por su propio eco, rebotando en el cráneo. Después imágenes, oscuras y temblorosas, que el cerebro no puede ajustar. Finalmente la inmersión completa: traqueteo continuo, olor a sudor, a tierra caliente, a planta amarga, a alcohol dulzón y el contraste de la blanda tela con la aspereza de la madera mal cepillada.

Intentó tragar tres veces, a través del cartón seco de su garganta, hasta que algo de saliva acudió en su ayuda. Arriba, los aros de metal se zarandeaban, moviendo el techo de tela del carromato. Intentó girarse, pero su cuerpo seguía con el frío inmóvil de un cadáver; solo sus manos exploraron con calma, deslizándose a través de la tela, hasta un muro de madera. No tardó en reconocer los bordes de un habitáculo estrecho en el que apenas cabía su cuerpo. Poco a poco fue recuperando el movimiento, apoyó las palmas de sus manos en la estructura de madera y se incorporó observando el ataúd en el que se encontraba.

Frente a él, un chorro de luz atravesaba la abertura de tela impidiendo ver nada más que el palanquín del conductor y un par de sombras recortadas, sentadas sobre él. Le costó distinguir el rostro de Lily, bajo el sombrero atado con un pañuelo, en el lado derecho y al inconfundible traje remendado del doctor Well a la izquierda. El viejo hablaba con tono enérgico, ademanes bruscos y agitaba las manos de forma enérgica hacia Lily.

-¡Miraos, parecéis putas con vuestras mejillas sonrosadas y vuestros labios pintados...

Pese a haber regresado de entre los muertos, el instinto seguía afilado. Cuando quiso reaccionar, su mano ya alzaba el revólver hacia el viejo parlanchín. El chasquido producido al amartillar el arma selló la boca del doctor. Lily se giró hacia One, con el rostro incrédulo y perplejo.

-¡Jimmy!

Entró de un salto en el carro y corrió a abrazarle con los ojos llenos de lágrimas. Pese a lo asegurado por el doctor, no creía poder volverle a ver con vida.

-¡Bienvenido, señor One! ¡Déjeme ser el segundo en darle la enhorabuena por realizar con éxito tan osado viaje, una proeza digna de un Ulises!

One seguía aturdido, incapaz de comprender lo que estaba pasando a su alrededor. Solo el revólver seguía apuntando a su objetivo con absoluta eficacia; su dueño, actuó en consecuencia.

-¿A quién llamabas puta, maldito viejo? ¿Qué demonios hago en un ataúd? ¿A dónde nos llevabas?

Lily besó su cuello, desdeñando los ojos desorbitados, el sudor y el pulso acelerado; acarició su mano con delicadeza y presionó con cuidado hasta que el arma abandonó su objetivo.

-Vamos, Jimmy, fue el doctor quien salvó tu vida. Él le dio a Blackwell la botella equivocada, solo un sedante que debía hacerte pasar por muerto.

One comenzó a ordenar la información que sus sentidos enviaban de forma alocada. Con la ayuda de Lily, levantó una de sus piernas y salió del ataúd, para sentarse en el suelo del carro, junto a un par de rollos de tela.

-¿Se encuentra mejor? No tema postergar sus agradecimientos, me hago cargo de lo arduo del viaje que ha realizado. En cuanto a aquellas palabras dedicadas a su señora, no eran sino muestra de mis habilidades en el campo de las artes escénicas... Shakespeare, mi querido amigo, palabras mayores, recitadas para goce y entretenimiento de su nívea amada.

-¡Al diablo con tus artes, maldito loco! ¡Esa botella podría haberme matado!

-A día de hoy, aun hay discusiones al respecto. Hay quien asegura que el sujeto llega, en realidad, a estar muerto; otros sin embargo niegan categóricamente esta posibilidad y afirman que no se trata sino de un estado de inconsciencia total... de todas formas, lo que sí es cierto es que en 3 de cada 4 casos, el sujeto sale con vida del proceso sin ningún tipo de secuelas.

-¿Tres de cada cuatro? ¿Y se puede saber que pasa con el cuarto?

-Bueno, de momento ve y escucha debidamente; parece capaz de razonar y articular palabras con cierta fluidez, así que solo queda analizar su coordinación. Eso tardará un poco más, dentro de unas horas saldremos de dudas; de momento guarde reposo.

Las fuerzas reunidas se agotaron; estaba exhausto. Por la abertura trasera del carromato veía el camino árido y polvoriento con las exiguas plantas silvestres de un pálido gris verdoso y el horizonte rojizo deformado por el sol. Sin embargo, seguía temblando, pese a la manta que Lily le había echado por encima, como si la misma muerte habitara aun en él.

Siguió el camino, mirando alrededor como el niño que traspasa por vez primera el velo del agua. Luces, colores, sonidos, aun llegaban atropellados; ahora fuertes, restallando en la cabeza; ahora quedos, apenas perceptibles. Miraba alrededor con ojos de buey, abrumado por el entorno, con el cálido contacto y el suave murmullo de Lily como único anclaje. No era capaz de saber qué decía, tan solo escuchaba el sonido, sumergiéndose en el ritmo y el tono, permitiéndose el lujo de ignorarlo todo, de ceder ante un abrazo.

No pudo ver los tres jinetes que se acercaban con paso lento y desafiante. Dos tipos sucios, pequeños y encogidos con afiladas caras de alimaña y otro, situado en medio, con porte digno y altivo, sombrero recto y bigote poblado, que en todo momento miraba a sus dos compañeros.

Well, hizo unas señas a Lily y habló en cuanto se acercaron lo suficiente.

-Buenas tardes, señores. Caluroso día, más aun para quienes sufren la desdicha de la pobreza. Vamos al sur a ver si tenemos más suerte que por estos lares. Nada es lo que hemos sacado por aquí y nada lo que lamentablemente podemos ofrecerles.

Los tres desenfundaron sus pistolas como principal argumento.

-Vamos al grano, viejo. Sabes perfectamente que la única forma de salir de aquí es dándonos todo lo que tengas.

Dos chasquidos de carga de escopeta y un mechón de pelo albino asomaron del carromato.

-Creo que no han entendido lo que les ha dicho mi amigo. En lo que a ustedes respecta, vinimos sin nada y sin nada se marcharán.

El hombre del sombrero recto echó un ojo a los dos tipos y sonrió hacia Lily.

-Señorita, somos tres. Déjese de tonterías.

No hubo respuesta, solo un silencio incómodo que se alargaba demasiado. El viento caliente pasaba entre las patas de los caballos, llevándose a lo lejos alguna brizna de hierba muerta. Y Lily siguió apuntando, esperando el respingo que la animara a apretar los gatillos, rezando por que el avispero se llevara por delante al máximo número de aquellos malnacidos. Well cogía con fuerza las riendas esperando el momento oportuno para pasar por delante del mismísimo infierno. Pero aquel tipo seguía aguantando la situación...

El disparo llegó de improviso, un tiro limpio: una sola bala que atravesó la cabeza justo en medio de la frente; rápida forma de dejar la vida. Cayó al infierno antes de que su sombrero recto tocara el suelo. Los dos compinches cruzaron miradas y abandonaron el lugar a todo galope, sintiendo en la nuca los cañones fríos de la escopeta que faltaba por hablar.

Well aflojó las riendas y soltó todo el aire contenido. Lily desamartilló la escopeta y echó un ojo dentro del carromato, donde One descansaba el brazo con el revólver aun humeante en la mano.

-Esos no son más que reyezuelos en cajas de cartón, actúan como si dominaran el mundo, es lo que quieren que se vea, pero en realidad solo son carroñeros que van a por quienes no presentan una verdadera amenaza. Hay que apuntarles primero a ellos, una vez muertos, el resto no suele tener verdaderos motivos para seguir la disputa.

-¡Maravilloso, joven amigo! Razonamiento rápido, agilidad para tomar decisiones y una excelente coordinación. Parece que ya puede estar tranquilo, no creo que haya sufrido ninguna secuela de su hipotético viaje por el Hades.

-Me alegro, ahora solo quiero dormir. Ah, y nada de amigo, doc. Ya hablaremos cuando despierte de nuevo, está claro que algo sacas de todo esto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario