Diez figuras bañadas por el reflejo acuoso del sol, flanquean la isla de madera; rostros inquietos de mirada ausente, escarban en sus adentros la respuesta acertada que consiga ofrecerles el futuro que estaban buscando. Esta vez, las gachas de Charles, culpables de que las cucharas del saloon estuvieran erosionadas por el afán de los comensales, permanecían intactas sobre las mesas.
-De acuerdo, damas y caballeros, considero que han tenido tiempo de asimilar el dato con calma. Es momento, pues, de decidir. La situación presenta graves dificultades. Todo aquello con lo que contábamos ha desaparecido, como barco engullido por la tormenta; resta por tanto ver lo que nos queda y plantearnos si es posible seguir adelante. ¿Y bien?
-Si me permiten -dijo Edgar mientras ordenaba el montón de papeles que tenía frente a sí-, el saloon está acabado, pero el resto de edificios sigue con las estructuras antiguas que deberían ser reparadas. Repasando las cuentas, añadiendo el material sobrante y el poco dinero del que aún disponemos, parece posible arreglar los edificios; nada de milagros, pero al menos podrían dejarse en un estado funcional. Eso sí, olvídense de grandes obras; pintura, madera, cuerdas, clavos y herramientas, van escasos, así que no queda más remedio que repartirlos.
-Lo que dice Edgar parece lógico, pero cuando traiga a la gente, ¿qué les mostraré?, ¿un conjunto de casas maltrechas sosteniéndose unas contra otras o un flamante saloon en el que descansar, jugar y echar un trago, una oficina del sheriff que ofrezca tranquilidad y la casa del alcalde como punto de referencia?
-Ángel, sin casas la gente no descansa, si la gente no descansa no trabaja y sin trabajo no hay pueblo. Lo primero sería asegurar techo y comida. Si no se quiere repartir los materiales existentes entre todos los edificios, una solución sería que el Saloon diera cobijo y alimento a aquellos que aún no tengan sus casas convenientemente reparadas.
-Un momento -interrumpió Vera-. ¿Podéis explicarme qué ofreceré a los visitantes si vosotros consumís lo que tengo y llenáis las habitaciones?
-Bueno, en realidad, no todos necesitan techo -afirmó Jonathan-. La casa de Tabitha apenas precisa unos pocos arreglos, DeLoyd tiene la casa del alcalde, que cuenta con una parte habitable, Vera y Kornelius disponen del saloon y parece que no habrá ningún problema con que Charles siga pernoctando allí. Por mi parte, la pequeña cabaña que voy haciendo junto a la arboleda no requerirá material extra. Eso nos deja con Edward, Ángel y nuestro sheriff a descubierto.
-La oficina del sheriff no está tan mal -expuso Will-, el porche está en perfecto estado, las goteras no molestan cuando la lluvia es una broma ocasional del cielo y uno se acostumbra a dormir con los crujidos. Lo único que sería necesario reparar es el cartel y la cárcel; hasta un niño de tres años podría tumbar esas rejas oxidadas.
-Debería tenerse en cuenta el instrumental que solicité hace unos días al señor DeLoyd, es algo caro pero seguro que todos lo agradecerán cuando sea preciso remendarles.
-Parece que todo va tomando forma. Señor Edgar -inquirió DeLoyd-, si arregláramos lo que queda de la casa de nuestra doctora, adquiriéramos lo más preciso del instrumental demandado y realizáramos las reparaciones que indica el señor Nake en la oficina del sheriff, ¿qué nos quedaría?
-Pues -comentó Edgar afianzándose los anteojos-, en realidad no mucho. Teniendo en cuenta lo que habría que guardar para mantener las necesidades del saloon y una reparación de emergencia para los establos, conseguiríamos tener una pequeña cantidad para imprevistos que, me veo obligado a decirles, es más que necesaria dada la naturaleza de este lugar.
-En tal caso parece que no hay otra opción que reservar un par de habitaciones para el señor Edward y Ángel. ¿Sería eso posible, Vera?
-Dos habitaciones... dejaría bastante sitio para visitantes, sería algo asumible, sí.
-En cuanto a la alimentación -añadió Charles- debo decirles que no supondría demasiado gasto alimentarles a todos, pasé parte de mi vida cocinando rancho con lo que encontraba en el camino. Eso sí, resérvense los paladares delicados para cuando dispongan de dinero.
-Que así sea, señores. Debemos tener en cuenta que “el Idiota” nos ha abandonado en una desoladora situación, de la que solo podremos salir remando juntos. Así pues, hasta que otros vientos nos devuelvan la independencia económica, deberíamos considerar el trabajo en común como el mejor medio de transporte. Celebro que, a pesar de las adversidades, y a partir de las palabras aquí dadas, ninguno de ustedes ha decidido abandonar Canatia; sean pues de nuevo bienvenidos, ya que si antes formaban parte de ella, ahora son sus creadores.
-Si me permiten -dijo Edgar mientras ordenaba el montón de papeles que tenía frente a sí-, el saloon está acabado, pero el resto de edificios sigue con las estructuras antiguas que deberían ser reparadas. Repasando las cuentas, añadiendo el material sobrante y el poco dinero del que aún disponemos, parece posible arreglar los edificios; nada de milagros, pero al menos podrían dejarse en un estado funcional. Eso sí, olvídense de grandes obras; pintura, madera, cuerdas, clavos y herramientas, van escasos, así que no queda más remedio que repartirlos.
-Lo que dice Edgar parece lógico, pero cuando traiga a la gente, ¿qué les mostraré?, ¿un conjunto de casas maltrechas sosteniéndose unas contra otras o un flamante saloon en el que descansar, jugar y echar un trago, una oficina del sheriff que ofrezca tranquilidad y la casa del alcalde como punto de referencia?
-Ángel, sin casas la gente no descansa, si la gente no descansa no trabaja y sin trabajo no hay pueblo. Lo primero sería asegurar techo y comida. Si no se quiere repartir los materiales existentes entre todos los edificios, una solución sería que el Saloon diera cobijo y alimento a aquellos que aún no tengan sus casas convenientemente reparadas.
-Un momento -interrumpió Vera-. ¿Podéis explicarme qué ofreceré a los visitantes si vosotros consumís lo que tengo y llenáis las habitaciones?
-Bueno, en realidad, no todos necesitan techo -afirmó Jonathan-. La casa de Tabitha apenas precisa unos pocos arreglos, DeLoyd tiene la casa del alcalde, que cuenta con una parte habitable, Vera y Kornelius disponen del saloon y parece que no habrá ningún problema con que Charles siga pernoctando allí. Por mi parte, la pequeña cabaña que voy haciendo junto a la arboleda no requerirá material extra. Eso nos deja con Edward, Ángel y nuestro sheriff a descubierto.
-La oficina del sheriff no está tan mal -expuso Will-, el porche está en perfecto estado, las goteras no molestan cuando la lluvia es una broma ocasional del cielo y uno se acostumbra a dormir con los crujidos. Lo único que sería necesario reparar es el cartel y la cárcel; hasta un niño de tres años podría tumbar esas rejas oxidadas.
-Debería tenerse en cuenta el instrumental que solicité hace unos días al señor DeLoyd, es algo caro pero seguro que todos lo agradecerán cuando sea preciso remendarles.
-Parece que todo va tomando forma. Señor Edgar -inquirió DeLoyd-, si arregláramos lo que queda de la casa de nuestra doctora, adquiriéramos lo más preciso del instrumental demandado y realizáramos las reparaciones que indica el señor Nake en la oficina del sheriff, ¿qué nos quedaría?
-Pues -comentó Edgar afianzándose los anteojos-, en realidad no mucho. Teniendo en cuenta lo que habría que guardar para mantener las necesidades del saloon y una reparación de emergencia para los establos, conseguiríamos tener una pequeña cantidad para imprevistos que, me veo obligado a decirles, es más que necesaria dada la naturaleza de este lugar.
-En tal caso parece que no hay otra opción que reservar un par de habitaciones para el señor Edward y Ángel. ¿Sería eso posible, Vera?
-Dos habitaciones... dejaría bastante sitio para visitantes, sería algo asumible, sí.
-En cuanto a la alimentación -añadió Charles- debo decirles que no supondría demasiado gasto alimentarles a todos, pasé parte de mi vida cocinando rancho con lo que encontraba en el camino. Eso sí, resérvense los paladares delicados para cuando dispongan de dinero.
-Que así sea, señores. Debemos tener en cuenta que “el Idiota” nos ha abandonado en una desoladora situación, de la que solo podremos salir remando juntos. Así pues, hasta que otros vientos nos devuelvan la independencia económica, deberíamos considerar el trabajo en común como el mejor medio de transporte. Celebro que, a pesar de las adversidades, y a partir de las palabras aquí dadas, ninguno de ustedes ha decidido abandonar Canatia; sean pues de nuevo bienvenidos, ya que si antes formaban parte de ella, ahora son sus creadores.
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