lunes, 9 de junio de 2014

Viejos nombres

Dos cercos de alcohol sobre la madera gris de una vieja barra frente a un espejo nublado y botellas cubiertas de polvo. Nadie hay al otro lado, nadie con trapo en el hombro, limpiando vasos; nadie que rompa el endemoniado silencio. Da un trago y busca, en el deforme reflejo de la entrada, la ruptura de la eternidad. Solo ve la brasa ardiente y el humo ante la figura distorsionada de su compañero.

-Blackwell, explícame otra vez por qué vas a llevarte una parte. Por qué tienes que cobrar por esa cabeza que conseguí arriesgando mi vida y la de Lily, vidas que tú diste por perdidas cuando nos abandonaste.

No le miró, se limitó a dar una calada, aguantar el humo y vaciar el vaso de un trago. Meditó el caldo antes de tragar y echar el humo reposado, traslúcido.

-Dejando a un lado que nadie me comentara lo de la dinamita, que la situación era como para no aceptar apuestas y que si sigo trabajando en esto es porque me importa una mierda lo que le pase al resto; sencillamente soy el único de los tres que conocía este sitio. Sabes que Lily no habría aguantado hasta el pueblo más próximo.

Jimmy asintió, involuntario, y siguió callado, atento ante el mínimo ruido proveniente de la pequeña caseta de la entrada del pueblo.

-No te preocupes, Doc es un buen tipo, sabe lo que se hace.

-Es un viejo, borracho y medio ciego. Sabes que depende de él que puedas cobrar algo; si Lily acaba muerta o tullida, este pueblo será tu tumba.

-¡Qué demonios! Well será un bastardo, un estafador que fingió ser médico para librarse del frente, pero no todo el mundo elige cómo empezar su carrera. Te aseguro que nadie habrá extraído tantas balas como él. No ve demasiado bien, de acuerdo, pero sabe arreglárselas con cualquier cosa y, en cuanto se templa con un par de tragos, tiene un pulso prodigioso. No será nadie allá en el este, entre trajeadas eminencias, pero aquí, entre el polvo y la mugre, supone la diferencia entre seguir adelante o morir. Por no mencionar que no hay quien trabaje con tanta discreción.

En el espejo las puertas se abrieron dejando ver a un viejo pequeño con anteojos, delantal sucio de polvo y sangre y un elegante traje, remendado hasta la saciedad. Se acercó a la barra con el puño derecho cerrado, tomó la botella y, mientras echaba un buen trago, dejó caer los plomos en el vaso de Jimmy.

-Una chica fuerte, hijo, no todos aguantan tanto; sobrevivirá. Tendríais buenos hijos, aunque lo del pelo blanco... en fin; los honorarios tal y como quedamos.

-Doc, ¿qué fue de la chica a la que engañaste para que se quedara?

-Salió buena, así que se marchó. A estas alturas dará por muerto al pobre doctor que le enseñó todo cuanto sabía en los últimos y agónicos días de su vida. En cuanto a mí, pensé haberme librado de todo esto, pero, ya me conoces, una vez me bebí todo lo que le saqué a la pobre, no tuve más remedio que volver.

-Siempre igual... ¿y si pasa por aquí alguna vez?

-Nadie vuelve, Blackwell; solo vosotros y los de vuestra calaña. ¡Brindo por eso!

Jimmy dejó a los viejos amigos y se dirigió hacia la puerta, ansioso por ver cómo se encontraba su compañera.

-¡Eh chico! Da los buenos días de mi parte a la señorita, pero no tengáis prisa en marcharos, aun hay otro motivo por el que te hago falta. Necesitas a un representante de la ley para cobrar las recompensas con tu nuevo nombre; evita lo de Jimmy y dentro de poco nadie recordará tu pasado.

-Entendido, Blackwell, trabajaremos juntos un tiempo. En cuanto al nombre, One irá bien.

-¿One? He oído nombres raros, gentes de todos los malditos rincones del mundo, hasta una vez traté a un tal Pirot, Piortor, Piriotr... un ruso enorme que perdió la mano tras parar él solo un carro; pero One... ¿qué tipo de nombre es ese?

-Sí, viejo, One; un conocido se llamaba así.

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