lunes, 5 de enero de 2015

Destinos

La madera cruje bajo el porche al balancearse la silla, acompañada por el golpeteo seco de una puntera; dos figuras permanecen calladas, armadas junto a la puerta. Frente a ellas, se expande amplio el verde pasto del rancho, con el cartel y los postes como único límite. A su espalda, la mansión cierra ventanas y puertas; dentro dos hombres, en torno a una mesa, hablan con el alma de sogas y sombras.

Buenas botas, chaleco rico, sombrero ancho adornado y porte distinguido; cuerpo robusto, pelo cano, ojos heridos por el recuerdo y rostro quebrado. Rozó el vaso de cristal fino y observó la mesa labrada, la botella obscenamente cara y el valioso metal que relucía en su mano.

-¿No hay alternativa, verdad?

Traje de parches, chaleco ajado, chistera moldeada por los años y porte abatido; cuerpo pequeño, pelo escaso, ojos llenos de vida y rostro avispado. Apoyó ambas manos en el borde de la mesa, recostándose en el respaldo de terciopelo verde, dejando que los pies colgaran ligeramente. Miró un segundo a su viejo amigo y suspiró.

-No. O vas con el tipo que espera ahí afuera, o será el sheriff Cougar quien te dé caza.

-¿Cómo se ha enterado?

-”El seco”.

Los dedos se cerraron con fuerza alrededor del vaso, aplastándose contra el cristal. El caldo tembló un poco, parecía apunto de despegar, pero se aflojó la presa y no llegó a alzar el vuelo.

-Me dio su palabra.

-Supongo que todos tenemos un precio. Estoy seguro que el suyo fue difícil de abordar.

-Podría defenderme.

-Si viene Cougar sabes que no habrá marcha atrás. Vendrá con gente y no querrá acabar rápido. Recuerda las cinco balas: pies, manos y estómago; hasta que la muerte te encuentre ahogado y cansado de tanto gritar. Aunque lo realmente terrible es que si te encuentra aquí, Alma y tus hijos también morirán. Nadie quiere llevarse eso a la tumba.

Resopló nervioso, con los ojos llenos de ira roja, apunto de verter la impotencia. Tosió un par de veces, hasta expulsar las espinas de la garganta y conseguir sacar la sombra de su propia voz.

-¡Maldito sea “el seco” y su precio!, demasiado bajo ha sido si alguien lo ha podido pagar. ¡Así se lo lleve el diablo!

-En eso sí puedo ayudarte. Dime dónde encontrarlo y me encargaré de que cuelgue de una soga antes de que llegue tu noche.

-Antes de nada, prométeme una cosa.

-Tranquilo, Alma no sabrá más de lo necesario y haré que le llegue todo el dinero de la recompensa. Tienes mi palabra.

Resoplo de nuevo, escupiendo el aliento. Miró a su alrededor: la lujosa mampostería, el gran caserón, el retrato de su familia y todo cuanto había construido tras una vida de pólvora, oro, sangre y violencia. Había conseguido engañar al destino, disipar su pasado y abrirse un camino nuevo; pero ahora aquel pequeño tipo venía a arrastrarle de nuevo al pozo, ofreciéndole el menor de dos males. Ahora, todo cuanto le rodeaba se le antojó lejano, etéreo; como si estuviera soñando la posibilidad de otro. Cogió con fuerza el vaso y vació el caldo de un trago; por primera vez en años, notó el vapor brumoso y los mil y un matices dulzones ocultos tras el calor, jugueteando chisposos en nariz y en boca, y en el fondo hondo del paladar.

-De acuerdo...

* * *
La puerta se abrió y dos manos se ofrecieron a Jimmy. Este ató con fuerza las muñecas y Lily condujo al preso, a punta de escopeta, hasta el carro. El Dr. Well salió después, serio de rostro, y se limitó a seguirle con la mirada.

-Ya tengo otro: Bill “el seco”, hacia el norte.

-Bien hecho, doc. Ya puedes echar un buen trago; por este dan más de lo que podrías beber en una semana.

Well seguía con la mirada fija en el carro, como si una parte de él estuviera dentro. Parecía más alto, más viejo y consumido, sin rastro de la jovialidad que le caracterizaba.

-No habrá dinero esta vez. Todo lo que cobremos debe llegar a su familia; a cambio os daré la mitad de mi parte del resto de las capturas. Y, Jimmy, hacedme un favor los dos; pase lo que pase, no debe saber que el sheriff Cougar murió el verano pasado.

-Como quieras, hablaré con Lily. No será difícil, tampoco pensaba charlar con él... ¿Doc, estás bien?

-No te preocupes. Tú limítate a seguir con las capturas y hacer que esto llegue a buen puerto. No tengo ganas de hablar, hoy tengo más sed que nunca. Solo espero, por todo lo sagrado, ver esa estrella en tu pecho y que todos tengamos un hueco en esa Canatia.

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