Copos de nieve, lanzados por el aullido del viento, contra los riscos escarpados de la montaña. Roca lisa y afilada de cantos quebradizos, en punta, con hielo azulado en las heridas. Están muy lejos de tierra firme. Ante ellos, solo una vieja casa, destartalada; alrededor, la senda y el vacío engullidos por un mar de nubes. Allí donde parece no haber tiempo ni humanos ni nada, solo restos helados carentes de vida.
Jimmy miró hacia atrás, a lo lejos, por encima de sus compañeros, pero la nubes habían cubierto ya el carro. Tiró de las riendas, alzó la mano e indicó al resto que se detuvieran. La casa apenas podía mantenerse en pie. Las maderas, medio podridas de la humedad, repiqueteaban sueltas ante el viento, mientras una desvencijada puerta colgaba del gozne superior de cuero que continuaba heroicamente firme pese a su estado lamentable.
Guardó unos segundos, buscando el menor indicio de vida: objetos, pisadas, olores o el más mínimo ruido...
-¿Doc, seguro que es aquí?
Doc se puso en pie sobre los estribos de la montura y, con un pañuelo atado alrededor de la chistera para proteger las orejas, extendió ambas manos enguantadas y exhaló sus palabras entre bocanadas de vaho.
-No hay duda, joven One, he aquí la inexpugnable cima, el último refugio de una de las bandas más peligrosas que haya habido en todos los tiempos: el famoso bastión de Tad.
-¿E... esto un bastión?, ¿es... es algún tipo de chiste?
Lily hablaba entre temblores, acurrucada dentro de su pelliza, con el gorro de piel bien calado.
-Bueno, señorita Lily, quizás ya no esté como en los viejos tiempos, pero nunca fueron necesarias sus paredes para defenderlo. Pocos conocían su ubicación y aquellos que consiguieron llegar sin ser debidamente invitados, tuvieron el placer de hallar el descanso eterno entre esas magníficas rocas. Ningún extraño llegó a cruzar esta última senda, ni pudo ver las paredes de la casa; de ahí la leyenda del bastión. Y funcionó, les aseguro que funcionó. Cuando recorrías estos últimos metros, a veces sintiendo la vida escapándose por alguna de las heridas, sabías que el tiempo se detenía y una suerte de tregua te mantenía a salvo de lo que quisiera que fuera tras de ti. Aquí las armas siempre dormían, los puños se relajaban y todos debían presentar sus respetos a Tad. Un buen hombre: ladrón, pistolero y tahúr, en la llanura; juez, amigo y rey, en esta montaña. Su palabra era ley, simplemente porque hablaba poco y justamente. Todos ofrecíamos algo y pedíamos ayuda cuando era necesario. Sabías que, pasara lo que pasara, siempre estaría el bastión de Tad...
-Pues me temo que se acabaron los viejos tiempos, doc. Nada aquí indica que quede ni un alma, no hay caballos ni ningún rastro.
Jimmy llevaba el revólver en la mano y se dirigía a la casa, mientras vigilaba el terreno para evitar hundirse en la nieve.
-Hace mucho tiempo de todo aquello. Muchos cayeron enfermos de la soga, otros víctimas del plomo y aquellos que pudimos continuar en este mundo dejamos las proezas más arriesgadas para el ansia y la temeridad propias de la sangre joven. Pero Tad nunca dejó este lugar. Sé que algunos siguieron subiendo para visitarle y traerle algunas cosas como se hacía entonces, y siempre decía lo mismo “solo me sacarán de aquí con los pies por delante”. Y era hombre de palabra, así que sería mejor que enfundara ese arma, joven One, e hiciéramos esto por las buenas.
Lily, se acercó al caballo, tomó con cuidado el winchester y se puso a la altura del viejo, mientras seguía con la mirada los pasos de Jimmy.
-Doc, esta vez tu amigo está solo; si está en ese nido, ten por seguro que Jimmy lo sacará. Solo con que cuente la mitad de años que tú ya estará lo bastante estropeado como para no poder disparar a tiempo. Pero por si las moscas, te aseguro que este rifle no va a perder detalle, al menor destello, le desarmo de un balazo.
-Subestima la experiencia, el conocimiento del terreno y la naturaleza de Tad. Es su “amigo” quien se está acercando demasiado sin tomar las debidas precauciones. Tad no es estúpido, conoce sus limitaciones, no estará esperando en pie para retarle en duelo; sino que esperará a que sea otro quien se acerque, dispuesto a morder como si fuera la última vez en su vida. Les dije cómo debían hacerse las cosas, que no se dejaran engañar por las apariencias, pero no han hecho caso...
Lily, observaba la casa a través de la mirilla, concentraba la vista en los puntos desde donde podría venir el ataque. Descartaba el golpeteo de las maderas y el baile fantasmagórico de las cortinas ajadas. Veía a Jimmy acercarse seguro, pero las palabras del Dr. Well sembraron en su corazón la duda y el rifle comenzó a volverse pesado.
-Ahora ya es demasiado tarde para llamar al señor One sin levantar sospechas. Asegure el tiro como nunca, pues en caso de presentarse el momento, solo tendrá una oportunidad.
Jimmy apartó un poco la puerta descolgada, preparó el arma y cruzó el umbral.
Lily, respiraba con calma, intentando detener el temblor que se concentraba en sus manos y movía levemente el cañón, una pequeña variación que suponía mandar la bala fuera del blanco. De repente las maderas parecieron moverse más a menudo y las cortinas describían movimientos extraños. Tres veces estuvo a punto de apretar el gatillo, cuando, al desplazarse uno de los jirones de las ventanas, observó una sombra agazapada en el fondo de una de las estancias.
-...solo una oportunidad...
No recordó haber ejercido presión; el gatillo se desplazó y un estruendo colocó el proyectil directo en la sombra. Un disparo limpio, que resonó por toda la montaña hasta que la voz de Jimmy lo disipó con un “¡No disparéis!”. Tras lo cual, se asomó a una de las ventanas y por gestos les exhortó a acercarse.
Cuando Lily y el Dr. Well llegaron, Jimmy seguía en pie, con el revólver descansando lánguidamente en la mano. Frente a él, sentado en una silla, rodeado de polvo y telarañas, estaba el cuerpo del viejo Tad: alto, fuerte y barbudo, sentado en un tosco sillón de madera y pieles, con un rifle sobre sus piernas, los ojos abiertos, fijos en el infinito, y la carne pálida, fría y estática del rey de la montaña, congelado en su trono.
Well se quedó en pie, aturdido ante la visión del último de los que cabalgaron junto a él. Sintió como si el tiempo hubiera pasado sobre él dejándolo perdido, lejos del presente, y notó el frío crudo y desgarrador del vacío. Jimmy y Lily permanecieron en silencio hasta que, por fin, el viejo doctor pareció volver en sí.
-Bueno, amigo, ha llegado el momento. Cuidaste tus dominios hasta el final, es hora de cumplir tu palabra y bajar con los pies por delante.
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