El cielo despejado está lleno de estrellas. Las tres figuras permanecen alrededor de la hoguera, en medio del horizonte plano. Pequeños huesos rotos, y algún resto de carne, descansan en el suelo iluminados por las mismas llamas que secan los alientos y animan a acercarse a los que hablan. No hay rocas, ni árboles altos; solo arbustos, tierra recia y una red de plantas salvajes que la lluvia transformó en pasto.
-No es que me parezca mala idea, ¡es que es una estupidez!
-A veces no es cuestión de lo sólida que sea una idea, sino de que al menos gocemos de su existencia. Si bastara con colocar boca arriba mi chistera para que miríadas de estrategias rebosaran sus alas; entonces, sería un buen momento para sentarnos a discutir cuál de todas sería la idónea...
-Vale, Doc, ya lo pillo.
-Pero no, porque ni siquiera tenemos tiempo de pensar qué hacer. Resulta que en mitad de la representación los actores han decidido colgar sus máscaras, descarnando la magia y dejando al aire los frágiles huesos de la farsa. Y así, entorpecido por los grilletes de la inmediatez, el Dr. Well os ofrece lo único que se le ocurre; ¿y qué es lo que recibe? ¡Quejas!
-De acuerdo, doc...
-Pero no han pensado, que no tenía obligación alguna de ofrecerles este papel. Nadie se fía ya del viejo doctor; porque al parecer todo lo que hace es a cambio de algo. No valen de nada los días vividos, las penurias, las risas y las confesiones. De nada esa hermandad, esa empatía que, queráis o no, solo se forja con el tiempo y la cercanía. Pero no hay calor ni confianza, ¿verdad?, solo desprecio y quejas.
-¡Doc!
-Está bien, señor One, no se sulfure. Dejemos el tiempo que algunas mentes necesitan para oxigenarse de nuevo.
El rostro del viejo se ensombreció, refugiándose en el crepitar del rojo vivo y el jugueteo de las llamas con el viento nocturno. A pocos pasos de allí, apoyado en un árbol, un hombre ejecutaba las más increíbles posturas con el firme objetivo de librarse de sus ataduras. Jimmy lo observaba; sonrió divertido al ver el espectáculo, cogió un palo y apuntó hacia él.
-Ey doc, échale un ojo que al final va a acabar soltándose.
-De eso nada. En la guerra aprendí perfectamente cómo dejar bien atado a alguien.
-¿Y eso, llevabas presos?
-Pacientes... no es fácil serrar en crudo...
Sonó amargo, herido; y quedó suspendido en el aire hasta que Lily echó otro tronco a la hoguera y las chispas limpiaron el ambiente.
-Jimmy, esta vez puede que Doc esté en lo cierto. Ahora mismo no tenemos más opciones; y esto del espectáculo sabes que no es lo nuestro.
El viejo, con la mirada fija en la hoguera, arqueó una de sus cejas. Jimmy se removió incómodo intentando no pensar en lo que acababa de oir...
-Pero, ¿ayudante de sheriff? ¿No recuerdas los tiempos con Blackwell? ¿Acaso no hemos avanzado nada?
-Pero ya no será como con Blackwell. No se trata de ir persiguiendo forajidos, se trata de estar en un pueblo, mantener el orden allí.
El viejo, observando las llamas sin pestañear, levantó la otra ceja y expandió todo cuanto pudo sus oídos.
-No sé, Lily. A saber cómo es aquello.
Una ráfaga de viento azotó las llamas y estas renovaron su vigor.
-Tengo entendido que es un sitio tranquilo, señor One, un sitio de paso en medio de la nada; sin miel que atraiga a sucias moscas.
Jimmy recorrió con los dedos el ala del sombrero, veía las llamas altas y el rostro de Lily, al otro lado, con los ojos ansiosos por comenzar algo nuevo.
-Bueno, al fin y al cabo puede que no sea tan mala idea. Es una buena oportunidad para conseguir una casa.
-Claro Jimmy, y yo estaré a tu lado. Sabes que puedes contar con mi escopeta.
Aquella frase disparó una duda al estómago de Jimmy. Pero, como activado por un resorte, el viejo Well dio un salto, se puso en pie y comenzó a exclamar:
-¡Me quito el sombrero, señorita Lily! Toda una amazona de la que solo un hombre seguro de sí mismo sería capaz de sentirse orgulloso. Por supuesto, no creo que sea necesaria hacer efectiva su valentía. En aquel aburrido pueblo, no encontrarán nada más allá de alguna inofensiva riña local; nada que el sheriff y su nuevo ayudante no puedan solucionar. ¡Qué demonios! Los hombres como el señor One necesitan un poco de acción para no acumular herrumbre. Pero, por supuesto, en caso de ser necesario, además de su escopeta, contará con todas las armas de que dispone este humilde servidor.
-Bueno doc, tú ganas. ¿Dónde queda ese lugar?
-Está un poco lejos, pero el camino nos vendrá bien. Primero llevaremos a nuestro prisionero a Luke's Rib, allí nos esperan 200 dólares por él. Cosecharemos unos cuantos hasta llegar a nuestro destino final, tengo algunos nombres: nada demasiado difícil, lo suficiente para conseguir algo de fama...
-Cuidado Doc, esta canción empieza a sonar a Blackwell.
-No señor One, yo no soy hombre de acción y estoy demasiado viejo; ahora usted es el jefe. Esta vez se trata de sembrar para cosechar una nueva vida.
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