Las ramas extienden su sombra protegiendo a la figura del implacable sol de mediodía. Camisa blanca
arremangada, pantalones desgastados, sombrero de paja moldeado por el uso y un
bastón arañado con empuñadura oscura de vieja plata. Sentado en el suelo,
frente al montículo donde descansa el fundador, apoya la espalda en el
tronco del árbol, toma su pipa de maíz y raspa una cerilla contra la suela
de su zapato.
Las hebras enrojecieron espoleadas por el aire que atravesaba
la cazoleta. El crepitar anunció la columna de aroma intenso que serpenteaba hacia el cielo. DeLoyd retuvo la bocanada y tomó su tiempo regodeándose en el
sabor amargo de monte, el ligero toque áspero y un último eco dulzón. Expulsó
el humo, poco a poco, y dejó que la mezcla latiera antes de tragar saliva.
-Hola idiota. Después de todo las cosas han salido adelante.
Como verás, tienes compañía. Ese de ahí te hubiera caído bien, era un hombre
inteligente, de buena conversación y conocedor de cartas y humanos; pero, sobre
todo, fue quien mantuvo en pie el saloon cuando comenzaron los problemas. Ahora
esa tarea recae sobre los hombros de Vera y Bison.
DeLoyd avivó los rescoldos en la pipa. Echó un vistazo a la
cruz de madera con el nombre de Kornelius tallado y envió varios anillos de
humo al horizonte.
-El de al lado era un individuo peculiar, de los de darles de
comer aparte. Vivo, astuto y despierto; un viejo Ulises borrachuzo que salvó la
vida a golpe de lengua. Te sorprendería saber que fue él quien enseñó medicina
a Tabitha, y eso que estaba medio ciego. Llegó poco antes de que empezara
nuestra guerra y en ella acabó sus días; creo que te gustará.
La tumba era idéntica a la de Kornelius, salvo por la madera
de la cruz, que insistía en seguir torcida, donde podía leerse claramente:
Dr.Well.
-En esa última descansa un hombre del que poco sabemos. Pero,
a juzgar por lo visto y escuchado, fue alguien sencillo, un punto simple y cabal.
Algo me dice que sin él nunca hubieran llegado la viuda ni el reverendo; debió
poseer esa suerte de fe que consigue mantener la vida en movimiento; creo que
os llevaréis bien.
Dio un nuevo tiento a la pipa y se quedó observando el humo,
disipándose alrededor de la cruz de madera con el nombre, Fred, tallado en
ella.
-El resto están bien, Tabitha se ha ocupado de ellos. Bison
deberá pasar un tiempo en reposo, ya veremos qué comemos mientras. Ralph tiene
una herida en el costado al rojo vivo y Edgar anda cojo de la pierna derecha a
causa de un disparo en la rodilla. El joven Jimmy también está cojo, aunque
Tabitha dice que volverá a andar con normalidad; se quedará como alguacil,
aunque hemos decidido entre todos ofrecerle el mismo pago que al sheriff; a
buen seguro el señor Nake se apoyará en él en más de una ocasión. Jonowl sufrió
un disparo en el hombro, nada serio, sigue en su arboleda pasándose de vez en
cuando a vernos, aunque últimamente no le falta compañía ni atenciones médicas,
ya me entiendes.
Sonrió y dejó la pipa a un lado. Extendió las piernas, cruzó
los brazos tras la cabeza y dejó que el sombrero tapara sus ojos.
-¿Sabes Jed? Al final ha salido bien... A veces nos observo y
me pregunto cómo ha sido posible; cómo pudiste saber a quién debías ofrecer
aquellos papeles... Miro los cambios sufridos y casi no puedo creerlo. La única
respuesta que viene a mi mente es que no pensaste demasiado lo que hacías, que
te gastaste aquel dineral en este pueblo porque así te lo pareció, sin
cuantificar el gasto; que repartiste aquellas concesiones a quien te fuiste
encontrando y después nos dejaste, esperando que, pasara lo que pasara, fuera
algo bueno. Toda una estupidez...
A través de los pequeños agujeros del sombrero el sol
centelleaba entre las ramas movidas por una suave brisa que traía viejos aromas
de polvo, aire libre y hierba seca.
-Hay que ver... todo ese dinero... solo un idiota lo habría
hecho así. Lo curioso es que, por eso mismo, las posibilidades de que esto hubiera
ocurrido son casi inexistentes; nadie en su sano juicio sacrifica lo razonable
por una ilusión. Cada uno de los que estamos aquí somos hijos de un absurdo,
una suma de decisiones fuera de lo establecido... contra todo pronóstico,
existimos. Nunca imaginaría lo que esas decisiones han hecho de nosotros. Recuerdo
los trajes y el dinero, lejanos y aburridos; de alguna manera tu enfermedad se
ha transmitido a nosotros como una herencia; valoro más cada pedazo de este
sitio que todo el oro que pueda acumularse. Lo digo y comprendo que no tiene
sentido... cosa de idiotas y al brotar estas palabras de mis labios, todo
parece más sencillo y liviano. Sé que no entiendes nada de lo que digo, porque
el cambio lo hace cada uno de acuerdo a sí mismo; pero si tú eres la primera
causa de esta idiotez, si tú eres el primer empuje de esta realidad paralela,
no tengo otra cosa que decirte salvo, gracias Jed, gracias.