lunes, 16 de septiembre de 2019

El humus de Tolkien


Tengo en mi poder el primer tomo de El Señor de los Anillos de la editorial Minotauro de 1990, que coincide con La Comunidad del Anillo, y que gracias a Peter Jackson todo el mundo puede ubicar bien. Este librejo estaba en la estantería de mi abuelo y lo trasteaba ya a sus 90 años... nunca le pregunté qué le parecían aquellas historias de elfos, orcos, hobbits y demás bichejos ni si sabía que existían dos tomos más.
El Señor de los Anillos es un título que he leído varias veces, y me gusta comenzar por este tomo en particular. El caso es que hace meses me dio por echar un ojo a la solapa interior trasera y encontré lo siguiente.

«Historias semejantes dijo a propósito de El Señor de los Anillos− no nacen de la observación de las hojas de los árboles ni de la botánica o la ciencia del suelo; crecen como semillas en la oscuridad, alimentándose del humus de la mente: todo lo que se ha visto o pensado o leído, y que fue olvidado hace tiempo... La materia de mi humus es, principal y evidentemente, materia lingüística.»

Vamos, que todo interés, aquello que en algún momento llamó nuestra atención, se queda posado descomponiéndose en un falso olvido hasta generar un caldo primigenio del que nacen nuestras historias. Quizás por eso son historias completas, porque piden tiempo y buenas condiciones para asentarse adecuadamente.

Lo más curioso es la idea de que todo suma, todo vale si quieres aprovecharlo y que aficiones, aparentemente inconexas, acaban formando parte del mismo mantillo de creatividad.
Esto es cierto simplemente porque existe un punto de coincidencia inevitable y de una fuerza arrolladora: uno mismo. Cada aspecto conocido, leído o vivido genera un fragmento que aprovecha perfectamente para el humus que utilizamos a la hora de crear: historias, proyectos o formas de percibir el entorno. Los mismos intereses y/o vivencias, pasados por el tamiz de una determinada naturaleza, generan un mantillo único diferente al de otra persona.

No en vano, no se invocó el conozcámonos a nosotros mismos, sino que conócete a ti mismo fue la voz que se alzó y se lleva repitiendo a lo largo del tiempo.

Y dándole vueltas al tema, como siempre me pasa con Tolkien, uno ve lógico que el hilo lingüístico sea el suyo, de igual modo podría ser la agricultura, psicología, artesanía, mitos y leyendas, las matemáticas o cualquier otro conocimiento en el que uno haya ahondado más. Mi humus debe llevar un poco de filosofía, de historia, pólvora y desierto, tierra y resina, dados, mucho de prole, de ojos almendrados, de familia y de gente muy cercana, está hecho de saber caer, de antauxe, de ilusión o iluso y, siempre a punto, de un cartucho de tinta.

Y ya puestos, si me permites la pregunta:

¿De qué está hecho tu humus?

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