lunes, 11 de marzo de 2013

Duelo

Aquel día, alguien había prendido fuego al cielo; el calor doblaba los tejados y abrasaba el horizonte. La gente del lugar se agolpaba bajo los porches; un bosque de setas de fieltro dispuesto a ambos lados de la calle. Y en el camino, entre espejismos acuosos y ese espectro de tierra amarillenta, Will se situó extraño, con los brazales negros evitando las manchas de tinta; esta vez quizás sangre.

Pese a todo, tenía frío. Notaba las gotas heladas de sudor agrupándose en sus cejas. Disparaba cucharadas de aire y polvo contra el paladar y sentía la pulsión del nervio intentando rasgar carne y piel.

Frente a él, se alzaba el rey de aquella tierra yerma; seco, vacío... con la mueca inconfundible de quien salió al mundo de una patada en el hígado. Dispuesto a liquidar otro trámite, con la falsa seguridad de quien lleva siglos haciendo lo mismo.

Se mantiene erguido, con mirada de hielo y un arma llena de muescas, alimentadas con la sangre nerviosa de otros que vinieron antes.

No llegó a pronunciar palabra alguna, tan sólo hizo un leve ademán, un cambio imperceptible en sus ojos, e inició el movimiento.

Las pupilas de Will se agrandaron, una descarga eléctrica sacudió su cerebro y observó inmóvil cómo la mano del otro se dirigía hacia el arma. Entumecido, imaginó que podía, movió los dedos por instinto, llegando a notar el tacto suave de la madera de avellano.

El rey alzó la mano y un destello metálico anunció el final. 

Will tiró del revólver, notó el reconfortante peso del arma cargada devolviéndole el control. Echó atrás el pulgar, mientras alzaba el cañón, hasta escuchar el percutor y colocó el dedo índice sobre el gatillo.

Sonó un disparo, demasiado pronto. Apenas pudo comprender lo que pasaba cuando notó un golpe y, con un horrible chasquido, su pierna izquierda se tronchó. 

Fue entonces, acercándose al suelo, cuando oyó, ahora sí, su propio disparo. "Demasiado alto" pensó, antes de darse de bruces contra el suelo, "demasiado alto...". No notaba dolor, no escuchaba a nadie, ni veía las cabezas de la gente intentando ayudarle. 

Alzó como pudo la vista y vislumbró un grupo de personas alrededor del otro. Tumbado en el suelo, con un agujero en la frente, con la mueca rota de quien no entiende lo que ha pasado. El rey de un país raquítico incapaz de comprender que su único legado es un simple cadáver cubierto de polvo.

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