lunes, 23 de junio de 2014

Planes truncados

Desde lo alto del desfiladero, con el implacable sol del mediodía a su espalda, hinca una rodilla en el suelo, despliega la mirilla, calcula la distancia, el viento y analiza la huida desesperada de sus víctimas. Toma una buena bocanada de aire, tontea un par de veces con el gatillo, hasta que se decide a liberar la primera de las balas que, con las debidas correcciones, darán con la carne y la sangre.

-¡Joder Blackwell, era pan comido, no?

Dos balas mordieron las huellas del sheriff y el cazarrecompensas, otra rozó uno de los sombreros y una cuarta encontró la paz astillada en un árbol del bosque en el que se lanzaron buscando cobertura.

-Se suponía que Frank era el único que se escondía en la cabaña. El resto de los Sellman estaban al otro lado de la frontera.

-Tú lo has dicho, estaban. Porque allí dentro había dos tipos con él, que por suerte no dispararán más; pero nadie esperaba al gordo ese que abrió de una patada la puerta del cagadero y se acercó con los tirantes por el suelo, vaciando el enjambre de su escopeta.

-Ese es William, el mayor.

-Me da igual si se llama William o Betty, lo que me jode es haber tenido que salir corriendo para evitar que nos dejara la cabeza como un colador.

-La información era buena, no sé qué ha podido pasar. De todas formas ya estamos seguros.

-Nos falta el muerto. Lo dejamos caer cuando el tipo ese de ahí arriba empezó a soltar plomo.

-Venga Jimmy, no estarás pensando en volver, ¿verdad?

-One...

-De acuerdo, One, es una locura salir ahí otra vez. El del rifle es Sam Sellman, ya podemos dar gracias de haber llegado vivos hasta aquí.

-¡Mierda, Blackwell, no pienso irme sin mi recompensa!

-Adelante entonces, sé el primero en salir.

One observó el camino del desfiladero: bien iluminado, árido, con apenas algunas rocas ofreciendo una triste cobertura y, allá, implacablemente lejos, descansaba, burlón, el cadáver de Frank Sellman. Miró hacia arriba y solo apreció el golpe del sol, pero sabía que el maldito Sam aun estaba allí, apostado como un halcón, asegurándose de que nadie tocara los restos de su hermano.

-Blackwelll... algún día, no sé cuándo, pero algún día me vas a pagar todas y cada una de estas empresas fallidas.

-Hoy no ha sido un buen día, vamos al pueblo; pasas a ver que tal está Lily y acabamos la jornada en el saloon. Lo verás todo más claro con algo de alcohol en el cuerpo.

-En cuanto al precio de nuestras cabezas...

-Estoy en ello, estas cosas llevan su procedimiento, es solo cuestión de tiempo. Anda vámonos, deja que Sellman se quede con la carroña; nosotros a otra cosa.

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