lunes, 12 de noviembre de 2012

Apuntalando paraísos


Llevan horas de pie frente al balcón. Sólo tres rostros huecos de miradas estúpidas retozando en la nada. En las manos se enfría el caldo del triunfo expedicionario; el lapsang souchong emite en vano su peculiar aroma. Y es que tras meses de batalla perdida contra la administración, de viajes, desánimos y dinero malgastado en aquel cuartucho de mala muerte, resulta que de la forma menos esperada, tuvieron éxito. Han encontrado el camino a las entrañas... y aún intentan asimilarlo.

Se trataba del típico encargo de cliente excéntrico, un tema insulso sin apenas líneas de investigación desarrolladas; con poco esfuerzo se podía salir del paso y conseguir algo de dinero para tomar rutas más apetecibles. La vida un siglo antes de la remodelación mundial no era más que un pozo oscuro nutrido de vagos y maleantes que rebosaba caos y violencia; un vergonzoso paréntesis en la historia de la humanidad.

Y, sin embargo, el acceso a los archivos de tan insustancial tema, estaba enmarañado de trabas burocráticas y cepos gubernamentales. Tuvieron que alquilar un sótano en un antro para poder seguir el ritmo de citas, entrevistas y visitas a gobernación. Pero ni siquiera así consiguieron sobrepasar el muro de permisos y trámites administrativos.

Con el ánimo amoratado decidieron aprovechar el último mes de alquiler buscando un nuevo encargo, y así sanear su débil situación financiera. Fue entonces cuando, tras las mohosas paredes de aquel subterráneo, encontraron el pequeño túnel que les conduciría a través del grueso pie de hormigón, hacia el otro lado.

Tras metros de bloque gris, la cavidad dio paso a una sala infinita, atestada de gigantescas columnas blanquecinas destinadas a soportar los cimientos de la gran ciudad. Su asombro fue en aumento al contemplar las miríadas de esqueletos humanos, de todos los tamaños y formas posibles, que conformaban aquellos pilares. Millones de muertos de un pozo oscuro, levantando el nuevo mundo.

Mientras las imágenes aún laten en sus retinas, los tres siguen mirando hacia el balcón buscando un respiro, intentando tragar con dolor un bocado demasiado amargo.

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