lunes, 24 de diciembre de 2012

Cambios


Peldaños de madera recorren la pared desconchada hasta el corte parduzco de teja antigua. Arriba, observando el cielo vacío, Lanturo juguetea con unas pocas monedas mientras recuerda, tiempo atrás, los años pasados en Sorga. Las tardes de jugo de naranja, nieve, chocolate y canela. Los paseos por los muelles junto a Dría, la nodriza, comprando enseres traídos de los confines del mundo. Y aquella cantidad de dinero que parecía no acabarse nunca; cuando el problema no era tener, sino esperar.

Ahora las monedas han enrojecido y apenas llenan una bolsa pequeña. 

Abajo se escuchan las risas de los chiquillos librando una épica batalla contra almendras saltarinas en un mortero; mientras, por la chimenea, sube el aroma de un caldo humilde con esa caricia de paladar que sólo Namira sabe ofrecer.

Atrás quedan los tiempos de holgura, de cata de excelencias. Sin embargo, no recuerda la sensación de desahogo, de no contar el metal una y otra vez para arrancar un día más al calendario, guardando un poco para después.

Quizás no lo recuerda porque nunca ocurrió. Porque resulta curioso que estando en la cima se pusiera de puntillas e intentara rozar las nubes, en lugar de admirar el paisaje. Sin embargo, con el pobre tintineo de cuatro cobres, nota una extraña pulsión de alegría. Los grandes manjares no tapan el caldo, la fiesta se espera con impaciencia y queda muy lejos el no saber que regalar cuando se tiene de todo.

Una voz le devuelve a la tierra, el bueno de Jurno se acerca con una botella.

"¡Ey, hazme un hueco que subo! Tienes que probar esto, me ha salido un poco más fuerte que la última vez, si tienes algún corte te vas a divertir..."

Sonríe mientras ve al destilador novel batirse torpemente con la escalera y piensa que quizás pueda sacar algo bueno de esto. 

Cuando las cosas mejoren habrá que tener memoria.

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