Sobre una colina de espaldas escarpadas al mar, observan como el pedazo de tierra escogido se estrella
contra un bosque frondoso; sólo un estrecho camino sirve de cordón
umbilical con el exterior.
Un elegante traje de lino blanco,
bastón de talla con empuñadura de plata y sombrero de paja, se
mantiene erguido analizando las posibilidades; mientras un pequeño
par de zapatos izquierdos raídos, lanza continuamente miradas en
busca de aprobación.
-¿Qué me dice, Mr. DeLoyd, es o no un
buen sitio? Le dije que esta vez no me equivocaría. Aquel
señoritingo del Este lo tenía muy claro, pasó meses estudiando el
terreno y lo que encontró le hizo agarrarse a la tierra como una
garrapata.
-¿Hiciste lo que se te pidió? -dijo
el traje impoluto sin apenas dirigir la vista al calzado roñoso.
-Sí señor... pero ya le digo que
estaba demasiado interesado. Le ofrecí la cantidad que me indicó,
pero ya sabe cómo es la gente de ciudad, siempre quieren más.
-¿Entonces?
-Bueno, el camino era demasiado
estrecho para que el buen señor llevara todos sus enseres. Así que
pensé en ayudarle a bajar por el Sur.
Mr. Thomas A. DeLoyd aprieta con ambas
manos la cabeza del bastón, respira hondo y se gira levemente hacia
el origen de sus problemas, uno de los pocos seres de este condenado mundo que no quiere verle patalear colgado de una soga.
-No se preocupe, Mr.DeLoyd, es cierto
que las cosas nunca han ido tan mal, pero entramos en un año nuevo. Todo va a cambiar; no me extrañaría verle en breve haciendo
campaña, jugando a sus juegos de insultos, tejemanejes y
políticas.
-Jed.
-¿Sí, Mr.DeLoyd?
-No veo, en ningún punto de este
magnífico paraje, ni rastro de lo que te encargué. ¿Dónde están
las maderas?, ¿y los clavos?, ¿y las herramientas?, ¿acaso
decidiste, mi estúpido amigo, bajarlas también por el Sur?
-Verá señor, iba a comprar todas esas
cosas en Old Rock City, tal como usted dijo. Pero de camino allí
encontré a Jack Leston, el primo de Daisy 6 dólares, que ofrecía
un lote completo de herramientas proveniente del norte a un precio
regalado, y encima me permitió ver a su prima durante toda la semana
que pasé allí. El problema es que debemos esperar un poco más, ha habido algún que otro retraso con la línea de
ferrocarril; dice Jack que han tenido que cambiar los raíles por culpa de las
liebres, al parecer esos malditos bichos...
Destierra a un segundo plano la
perorata del imbécil de Jed y visualiza el vasto terreno virgen, el
cadáver que flota a sus espaldas junto a dos caballos y los restos
de una carreta, mientras el viento trae las risas alocadas de Jack
Leston acompañadas del tintineo que producen sus bolsillos al joder
con su prima.
Definitivamente será un buen año.
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