Dos antorchas iluminan el habitáculo desde donde se observa todo el pueblo. Cuatro postes gruesos con maderos atravesados; esqueleto de la antigua alcaldía, la única estructura que el visitante observa antes de subir las escaleras y encontrar la, antes puerta de habitación, ahora entrada a la residencia del alcalde. Hoy las luces desafían la noche, dejando descansar al saloon, pues la asamblea se celebra ahí.
-¡Cómo que no! ¡Acaso pensáis guardar el dinero bajo la cama? ¡Cómo se nota que vuestras casas no están llenas de visitantes! Señores, cada vez vienen más, y así esperamos que siga, pero necesitamos un lugar seguro donde guardar las ganancias.
Vera se había incorporado de su asiento y apoyaba ambas manos sobre la mesa. Sus ojos reflejaban las llamas de los quinques y el tronar de su voz bien entrenada dejó perplejo al sheriff.
-Resulta, señorita, que lo peor de sus visitas acaba pasando por mi celda. Lo que quiero decir es que cuanto más concentrado esté el dinero, más goloso será para alguien hincarle el diente.
Vera sonrió, hizo un leve ademán y, guardando la debida compostura, volvió a sentarse en su sitio. En ese momento, Edgar aprovechó el inciso...
-Debo decir que estoy de acuerdo con la señorita Vera. Cada vez viene más gente, la diligencia de Ángel llega casi siempre hasta los topes, y cada visita supone dinero. Una parte de nuestros visitantes son gente de negocios, dispuestos a sufrir una ruta más incómoda a cambio de tiempo; imagínense lo que ganaríamos con los servicios de un banco. No hablo solo de guardar dinero, sino de permitirles un acceso al dinero, evitándoles el trance de viajar con grandes sumas.
-¿Y por qué no dejar que realicen sus trámites en su lugar de destino? Seguramente será así como lo han venido haciendo hasta ahora, al menos yo no he visto aun ninguna maleta llena de dólares ¿Para qué ofrecerles unos servicios que no van a usar?
-Reformulemos tu pregunta, Ángel: ¿por qué no ofrecerles un nuevo punto de encuentro? El saloon suple con creces las necesidades. Simplemente habría que reorganizar algunos muebles. Me he tomado la molestia de hacer números...
-Kornelius me ha dejado claro que estará de acuerdo en todo lo que diga siempre y cuando no se toquen las mesas de juego.
-Un momento, ¿alguno ha pensado el tipo de gente que va a atraer dicha actividad? Trámites en un lugar perdido en medio del desierto... si me sonaba mal lo de acumular el dinero, ya ni os digo respecto a esto. No tardarán en llegar alimañas buscando algo de privacidad para, a saber qué tipo de tratos.
-¿Y cual es su propuesta, sheriff? ¿Continuar como hasta ahora? Porque esto se está moviendo y hay que decidir si queremos estar arriba o dejar que nos pase por encima.
-No tengo ninguna propuesta, señor Edgar, tan solo expongo los problemas de lo que usted indica.
DeLoyd alzó las manos e intervino.
-Bueno, señores. Está claro que no hay unanimidad. Pero no es algo que deba preocuparnos, ni la ha habido ahora, ni antes; descartados los sobornos, chantajes y extorsiones tan dados en la política, por respeto a “el idiota”, solo queda hallar un acuerdo en el que ambas partes cedan y ganen por igual. Pero antes de proseguir, creo que es importante saber la opinión del resto de los aquí presentes. Así pues, comencemos por la señorita Tabitha.
-Comprendo las reservas del sheriff, pero es cierto que, al crecer los ingresos, vendría bien tener un lugar donde guardar dinero, así como poder obtener préstamos para comprar equipo necesario; todo el que haya sufrido la falta de calmantes convendrá en que el alcohol no es suficiente consuelo.
-¿Señor Edward?
-De momento no tengo nada que añadir a lo ya expuesto. Solo indicar que las fotografías del saloon y el lugar están causando furor en las ciudades más cercanas; así que espero que, se tome la decisión que se tome, no acabemos formando algo tan parecido al resto que acabe por perder todo interés.
-¿Señor Bison?
-Si va a facilitar el poder adquirir productos cuando no se disponga del dinero, voto sí. Lo de los negocios es algo que no me atañe y sobre lo que no me interesa discutir.
-¿Señor Jonowl?
-En lo del banco no opino, pero sí en lo que el hecho de crearlo suponga para nosotros. El sheriff ha hablado de perder las ganas y el empuje que nos llevaron a levantar esto de la bancarrota. Creo que tiene razón y deberíamos tenerlo en cuenta para lo que haya de venir. En base a ello, si se ha de poner un banco, lo más adecuado sería que este responda a los intereses del pueblo en primer lugar y después ya se ocupe de sus propios negocios.
-¿Señor Ángel?
-Los he llevado de todos los colores: señoritingos, gente buscando trabajo, viajeros varios y los que, como apuntaba Edward, vienen a ver el extraño pueblo levantado junto a una arboleda en medio del desierto; esa Canatia de la casa volante y el saloon partido con la campana en una de sus cimas. Si han de venir más, que vengan, que hagan los tratos que quieran, bienvenidos todos, porque tal y como vienen, se marchan, y lo único que queda es lo que siempre ha estado.
-De acuerdo, pues si nadie tiene nada más que decir, llega el momento de tomar una decisión.
Los rostros guardaron silencio, buscando miradas de complicidad, reflexionando sobre lo expuesto o sencillamente centrando su atención en la pulida superficie de la mesa de madera, hasta que el hombre de traje blanco hablara de nuevo.
-Pues bien, parece que la mayoría están de acuerdo en tener un banco para guardar los beneficios conseguidos. Del mismo modo parecen convenir en que este pueda ofrecer préstamos para solventar la falta de dinero en los momentos más complicados, y esto deberá hacerse en unas condiciones lo suficientemente cómodas, manteniendo a raya la usura, para con los habitantes de este pueblo; a fin de guardar los principios que “el idiota” hubiera querido. Respecto a los negocios propios del banco, así como cualquier contacto con otras entidades, responderán al criterio de su encargado, puesto para el que propongo al Señor Edgar Miller, siempre y cuando observe la legislación vigente.
DeLoyd se levantó de la mesa y, dejando tiempo para que los presentes reflexionaran, se acercó al mueble bar donde tomó una buena botella de bourbon y comenzó, con calma, a llenar vasos y repartirlos entre los presentes.
-Bueno, si alguien no está de acuerdo con la decisión tomada, puede ofrecer otra alternativa. De no ser así, podemos celebrar el fin de la charla y el nacimiento de un nuevo negocio.
Pese a que fue Will Nake quien más dudas expresaba, algunos de los rostros, incluso aquellos que habían estado de acuerdo desde un principio, no pudieron evitar cierta sombra al pensar que aquello era el inicio de un cambio; de ellos dependía mantener el mismo espíritu que les llevó a aquella tierra o dejar que todo cambiara.
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